domingo, 21 de junio de 2015

Un lamento lejano tiñe el pueblo de rojo.

Se apagan las luces y sólo queda el vacío.

No se atreven a salir de sus casas,

no hablan,

no piensan,

solo sienten el miedo acechando.

Cabizbajos navegan sus sentimientos.



A lo lejos un cuerpo inherte.



La sangre que florece de cada poro de su piel

me alcanza y me hiere.

-¡A mí la guardia!

Sus ojos se apagan

-¡A mí la guardia!

Y el alma se desvanece.

Flota un amargo olor a tierra,

a viento,

a sangre,

a llanto,

a muerto.

Y todo el amor que le pude tener se va con él.



-¡A mí la guardia..



Y nadie acude.


















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